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Los años 80

Todos quienes tuvimos la oportunidad de vivir nuestra niñez en esta maravillosa épica, pudimos empaparnos de la libertad que nos entregaba la naturaleza, los juegos al aire libre, los amigos de nuestro barrio y una serie de características que nos hacían sentirnos no solo cansados al finalizar el día; sino también libres de la tecnología que hoy apresa a nuestros niños a través de las pantallas de celular.

No es novedoso, por esta misma razón, llenarnos de un mundo lleno de recuerdos y nostálgicos momentos a través páginas, sitios en internet que nos recuerdan sitios, calles, juguetes, costumbres y toda clase de momentos de libertad.

No existían los sicólogos, las terapias y los medicamentos para mantenernos quietos en clase o poder concentrarnos, al menos no en forma masiva.

Si existía la risa de tus amigos o las cachetadas o coscachos de tus padres que te mantenían vivo y despierto durante gran parte del día. El bullyng no pasaba de un simple sobrenombre o tirar a la taza del baño tu mochila para las clases de deporte.

Recuerdo las clases en jornada de tarde, eso nos permitái poder quedarnos hasta más tarde en camita acompañados del regaloneo de la nana. En mi caso, fue Olga, quien no pudo tener hijos o formar familia, pero que frecuentaba a un hombre casado que trabaja en Chilectra. La llamaba a la casa (teléfono fijo, único medio de comunicación) y preguntaba al otro lado del auricular ¿está la señora Orga? .

Mi gran amiga de la casa de al frente, tenía un año más que yo. Ella llenó mis días de muchas risas, algunas veces peleas que no duraban de unos pocos minutos. En verano, jugábamos a tirarnos bombitas de agua, “pasar aventuras” – lo que implicaba dar la vuelta a la manzana- las dos arriba de mi bicicleta, ella con 8 años y yo 7, escapando del viejo; pedaleando muy rápido para escaparnos de todos los peligros a losque supuestamente estábamos expuestas; pero en realidad no los había. Éramos libres. La escondida, el juego de la cuerda, las naciones, el elástico.

Compartíamos con los amiguitos de todo nuestro condominio hasta altas horas de la noche con el clásico llamado “a comer”.

Ya no estás con nosotros amiga. Te quise con tus altos y bajos, con tus rabietas; sé que sufriste mucho la partida de tu papá, una persona muy cariñosa. Pero, reencontrarte con él era lo que deseabas con toda el alma. Dejaste 3 preciosos hijos, uno muy pequeñito aún. El misterio de una fuerte depresión que no expresaste y que tus amigos de infancia no supimos entender.

Rocío Reeve, periodista.